sábado, 23 de enero de 2010

Levántate y anda


He querido empezar mi tímido regreso con esta frase bíblica. Hay veces en las que uno cree que ciertas cosas están muertas, olvidadas o superadas -para bien y para mal- , y de repente resucitan de ese estado de singularidad en el que las hemos sepultado.

Sea pues, para bien, el caso de este mi blog. Si acaso me quedan lectores, pues os debo algunas letras:

Mea Culpa

Primero me disculpo por lo denso que he escrito hasta ahora, realmente he seguido al pie de la letra la mancheta, y he convertido este espacio virtual en una cloaca inteligentemente confeccionada en donde he evacuado muchos pensamientos, gustos e intereses; como si me fuera a leer yo mismo. Ahora, con la serenidad del tiempo y del espacio, pues trataré de simplificarlo todo mucho más. Menos es más (con su toque barroco :-D claro está )

Por qué dejé de escribir

Le explicaba a un amigo que el cinismo, y los pesares del día a día a veces permean en nuestra vida interior (escribir es un acto intimísimo) el resultado es que se envenena la tinta. En ese estado es muy peligroso escribir, casi como un mono con hojilla. En definitiva, si uno no se tiene, no se puede dar a los demás.

El porqué de mi regreso

Me siento rehabilitado en mi pluma. Y quisiera cerrar con otra anécdota bíblica aplicada a mi circunstancia. En el momento en que empezé a escribir este blog, me sentía como San Pablo, con una revelación que cambió por completo el sentido de mi vida, yo ya no era más Paulo de Tarso.

Comentando esto con un profesor, en la búsqueda fallida de un ahnelo que se me negó, me explicaba que la tradición dice, basada en una de sus cartas, que San Pablo se entregó al anacoretismo para asimilar la llamada de Dios, siendo así que pasó entre dos y tres años en el desierto antes de predicar.

Pues muy a lo micro, dentro de mi humilde existir, creo que ya he pasado algún tiempo en el desierto, y que se han sedimentado muchas cosas en mi alma como para retomar aquel talento que creo que se me ha dado: escribir. Heme aquí ante ustedes, nuevamente.

Un abrazo cordial a a Sofía, Kaspian, Ale, Daniel y a todos aquellos que me han infundido esperanza en el corazón para volver a empezar.

Rodolfo Alejandro