
Estamos a punto de adentrarnos en dos íconos de la cultura pop-kitsh-naif de finales del siglo pasado. Pop porque ya forman parte del imaginario social de lo que concebimos como "infancia". Kitsh porque estos son y serán los objetos invaluables de colección que harán escándalo en las subastas. Lo naif no necesita explicación. Pondré los videos respectivos y aunque no quisiera dar claves de interpretación: ojo, la letra y música son hilarantes.
La comiquita de Pequeño Pony nació en 1983 como una campaña de mercadeo de apoyo a una línea de juguetes pre-existentes de Hasbro, dirigida especialmente a niñas desde los 2 hasta los 12 años. Desde entonces se convirtió en un objeto de culto infantil y en uno de los favoritos de Navidad; ese impelable que podría regalarte un tradicional padrino venezolano de esos que sólo viste dos veces en tu vida: cuando te regaló tu pequeño pony (o un Nikko) y luego en su funeral, dentro de una caja. ¿Acaso alguno de ustedes no recuerda haber organizado/asistido a una fiesta de niñita decorada con este tierno motivo? Y si vamos hacia abajo, puedo imaginarme a muchas sentadas ante el televisor, peleando con sus hermanitos por el canal; ni hablar que ellos de seguro usaban a sus ponies como víctimas inocentes para los G.I. Joe, He-man o los Thundercats. En esos momentos éramos el orgullo de papá y la vergüenza de mamá (Los niños somos crueles).
El mercadeo se retroalimentó y no encontrarán un sólo artículo de uso humano que no haya sido infectado por el virus de los cariñositos y del little pony. Al ir creciendo, las primeras generaciones de estas niñas se convirtieron en un mercado cautivo de ávidas coleccionistas y han propagado la tradición entre sus hijas. Así nos encontramos con varias reediciones de objetos y seriados, unas con más éxito que otras, especialmente aquellas dirigidas a amas de casa (¿desesperadas?) y a sus hijas pequeñas y adolescentes (lolitas y fresitas).
No quiero jugar al sociólogo francés pero debo decir que, al igual que otros símbolos de la inocencia infantil, estos tiernos peluchitos se han asimilado al agrio imaginario de nuestras desilusiones. Y para demostrarlo con excelencia, a continuación comparto con ustedes estos cartoons llenos de taninos, directamente sacados de mis mejores bodegas para que los degusten tanto como yo. Los videos son de mis comiquitas favoritas: Family Guy y Los Simpsons. Me perdonan la calidad, por favor.
Si es una doñita de oposición que ama al "Ciudadano" Leopoldo Castillo o un Alien que tuvo la gentil tolerancia de leerme hasta aquí, por favor prosiga que aunque no sepa de cuáles dibujitos satánicos hablo, igual disfrutará de los videos y entenderá mi punto (ah, y encomiéndeme a San Judas Tadeo o lléveme a su planeta, por favor). Si no se identifica con esa postura, por fa avísele a Mario Silva que NO estoy a la orden para escribirle un guión a Giovanny Vásquez de Armas o para censurar alguna comiquita. ¡Derechos Civiles, Los Simpsons o Muerte!.
Y ahora, lo que más han esperado: la recompensa a la lectura de mis sandeces indigestas. Aprovechen de verlos antes que los robots lleguen a mi blog y le informen a las grandes corporaciones que estoy usufructuando sus derechos y regalías* (qué forma más necia de asesinar propagadores). Y como diría Bart: ¡Ahí se ven, changos!
La humillación de Meg (feat. Sunshine Bear)
El ataque de los osos (feat. Osito Amorosito)
